domingo, 9 de marzo de 2014

Lo real traumático de los sueños: sobre la película Prisoners y el psicoanálisis lacaniano



Ayer en la noche vi Prisoners (Denis Villeneuve, 2013), película recientemente nominada en los Premios Oscar 2014 en la categoría Mejor Fotografía. Había leído algunos comentarios sobre ella y, como no se llegó a estrenar en el Perú,  decidí descargarla por internet. Anuncio de antemano que no es mi intención en este breve análisis aportar al debate sobre la trama argumentativa y todas esas cuestiones que tienen que ver más con la gente que ha estudiado cine (soy periodista, pero en la universidad no pude llevar cursos de guión cinematográfico, esos cursos con de la carrera de Audiovisuales). En este caso, me ha parecido provechoso rescatar algunos pasajes de esta película para hacerlos dialogar con dos conceptos claves en la propuesta teoríca del filósofo esloveno Slavoj Zizek: lo real lacaniano y el suplemento obseno de la ley. No es casualidad que las escenas que voy a rescatar para este análisis tengan como protagonista al mismo que comanda el film: el padre de familia católico Keller Dover (interpretado por Hugh Jackman). A lo largo de la película somos testigos de como este hombre canaliza hasta los peores extremos su angustía por no encontrar a su hija secuestrada, a la sazón de no notar una adecuada acctuación de la policía local.

Sentimiento de culpa

Dover es un hombre católico, y eso queda demostrado en la primera escena, cuando en compañía de su hijo -a quien le está enseñando a cazar- pronuncia una oración antes de matar a un ciervo. En las siguientes escenas lo vemos encomendándose a Dios a fin de encontrar a su hija, quien ha sido secuestrada por un desconocido. Sin embargo, notamos como este personaje es invadido por un profundo sentimiento de culpa que se canaliza a través de dos medios: por la propia voz de su mujer y por los sueños-pesadillas. Es alrededor del minuto 40 cuando la esposa de Dover, en franca crisis, lo cuestiona por no haberlos protegido, asegurando que él había dicho que lo haría siempre. Dover no atina a decir nada y solamente se limita a alcanzarle los tranquilizantes a su mujer para que pueda dormir, pero vemos en su mirada un atisbo de aflicción, con lo que queda demostrado que desde ese momento el discurso de la culpa va apoderándose de él.

Más adelante, cerca de la hora y media de película, Dover tiene un sueño. En él visualiza a su pequeña hija quien le dice que ha encontrado su silbato rojo y se lo enseña (antes de desaparecer, la niña lo estuvo buscando). Cuando el cazador le pregunta en dónde lo encontró, se despierta súbitamente. Es en este momento donde ingresa lo real lacaniano a modo de interpelación traumática, por eso habría que preguntarnos, ¿qué hace que se despierte Dover? y llevando esta pregunta del plano local (película) al global (vida cotidiana) ¿qué hace que nosotros despertemos súbitamente de un sueño? Tal como lo explica Zizek (2008: 65), no nos despertamos porque hayamos escuchado algún ruido en la realidad exterior que interrumpiese nuestro sueño. Nos despertamos debido al “insoportable carácter traumático de lo que encontramos en el sueño”. Por eso Zizek advierte que en realidad cuando despertamos del sueño lo hacemos para “seguir soñanado”. Esta cuestión se explica en la medida en que las personas sueñan para evitar esa confrontación con lo real, aquello imposible de representar y que por ende resulta traumático pero que siempre existe. En esta escena, vemos como Dover incluye a modo de objeto perturbador el silbato rojo que su hija estaba buscando, pero cuando él quiere ir más allá y le pregunta en dónde lo encontró (que  sería el mismo lugar donde estaría cautiva su hija), despierta repentinamente. Lo que podemos concluir es que Dover despierta porque se ve enfrentado a su verdadero trauma, al hecho de no haber sido responsable de la seguridad de su hija, tal cual se lo cuestionó su esposa anteriormente.


El suplemento obseno de la ley

Zizek (2003) denomina suplemento obsceno de la ley al guión tácito que se mantiene oculto en la esfera pública pero que incita al sujeto a violar las normas explícitas de una comunidad, la cual se mantiene unida justamente en base a su comunión con estas transgresiones. En última instancia, se trata de la búsqueda de un goce ilegal. Una de las frases que podría resumir la lógica del suplemento obsceno sería la ya conocida “el fin justifica los medios”, de Maquiavelo o la doctrina del epicureísmo. Como podemos apreciar desde el inicio del film, Dover secuestra al joven Alex Jones (Paul Dano) porque cree que éste tiene información sobre el paradero de su hija. En el proceso, lo golpea y tortura construyendo una ducha rústica donde lo ‘baña’ con agua caliente o fría, según vaya dando nueva información. Incluso su vecino y amigo (quien también tiene a su hija desaparecida) duda respecto a las acciones de Dover, aunque finalmente termina siendo cómplice. A lo que apunto es a develar cómo Dover transgrede la ley pública -ya que según la policía Jones era inocente- para buscar su propio beneficio (encontrar a su hija).  Según este padre de familia católico, la policía no hará nada para ayudarlo y el debe tomar el asunto “por su propia cuenta”. Aunque al final del film descubrimos que Jones sí tuvo que ver en el secuestro de las niñas, no podemos justificar las acciones del propio Dover (escenas realmente impactantes por cierto).

Bibliografía:

ZIZEK, Slavoj
2008 Como leer a Lacan, Buenos Aires: Paidós.
2003 La metástasis del goce, Buenos Aires: Paidós.