Ayer en la noche vi Prisoners (Denis Villeneuve, 2013), película
recientemente nominada en los Premios Oscar 2014 en la categoría Mejor Fotografía. Había leído algunos comentarios sobre ella y, como no se
llegó a estrenar en el Perú, decidí descargarla por internet. Anuncio
de antemano que no es mi intención en este breve análisis aportar al
debate sobre la trama argumentativa y todas esas cuestiones que tienen
que ver más con la gente que ha estudiado cine (soy periodista, pero en
la universidad no pude llevar cursos de guión cinematográfico, esos
cursos con de la carrera de Audiovisuales). En este caso, me ha parecido
provechoso rescatar algunos pasajes de esta película para hacerlos
dialogar con dos conceptos claves en la propuesta teoríca del filósofo
esloveno Slavoj Zizek: lo real lacaniano y el suplemento obseno
de la ley. No es casualidad que las escenas que voy a rescatar para
este análisis tengan como protagonista al mismo que comanda el film: el
padre de familia católico Keller Dover (interpretado por Hugh Jackman). A
lo largo de la película somos testigos de como este hombre canaliza
hasta los peores extremos su angustía por no encontrar a su hija
secuestrada, a la sazón de no notar una adecuada acctuación de la
policía local.
Sentimiento de culpa
Dover es un hombre católico, y eso queda demostrado en la primera
escena, cuando en compañía de su hijo -a quien le está enseñando a
cazar- pronuncia una oración antes de matar a un ciervo. En las
siguientes escenas lo vemos encomendándose a Dios a fin de encontrar a
su hija, quien ha sido secuestrada por un desconocido. Sin embargo,
notamos como este personaje es invadido por un profundo sentimiento de
culpa que se canaliza a través de dos medios: por la propia voz de su
mujer y por los sueños-pesadillas. Es alrededor del minuto 40 cuando la
esposa de Dover, en franca crisis, lo cuestiona por no haberlos
protegido, asegurando que él había dicho que lo haría siempre. Dover no
atina a decir nada y solamente se limita a alcanzarle los
tranquilizantes a su mujer para que pueda dormir, pero vemos en su
mirada un atisbo de aflicción, con lo que queda demostrado que desde ese
momento el discurso de la culpa va apoderándose de él.
Más adelante, cerca de la hora y media de película, Dover tiene un
sueño. En él visualiza a su pequeña hija quien le dice que ha encontrado
su silbato rojo y se lo enseña (antes de desaparecer, la niña lo estuvo
buscando). Cuando el cazador le pregunta en dónde lo encontró, se
despierta súbitamente. Es en este momento donde ingresa lo real
lacaniano a modo de interpelación traumática, por eso habría que
preguntarnos, ¿qué hace que se despierte Dover? y llevando esta pregunta
del plano local (película) al global (vida cotidiana) ¿qué hace que
nosotros despertemos súbitamente de un sueño? Tal como lo explica Zizek
(2008: 65), no nos despertamos porque hayamos escuchado algún ruido en
la realidad exterior que interrumpiese nuestro sueño. Nos despertamos
debido al “insoportable carácter traumático de lo que encontramos en el
sueño”. Por eso Zizek advierte que en realidad cuando despertamos del
sueño lo hacemos para “seguir soñanado”. Esta cuestión se explica en la
medida en que las personas sueñan para evitar esa confrontación con lo
real, aquello imposible de representar y que por ende resulta traumático
pero que siempre existe. En esta escena, vemos como Dover incluye a
modo de objeto perturbador el silbato rojo que su hija estaba buscando,
pero cuando él quiere ir más allá y le pregunta en dónde lo encontró
(que sería el mismo lugar donde estaría cautiva su hija), despierta
repentinamente. Lo que podemos concluir es que Dover despierta porque se
ve enfrentado a su verdadero trauma, al hecho de no haber sido
responsable de la seguridad de su hija, tal cual se lo cuestionó su
esposa anteriormente.
El suplemento obseno de la ley
Zizek (2003) denomina suplemento obsceno de la ley al guión tácito
que se mantiene oculto en la esfera pública pero que incita al sujeto a
violar las normas explícitas de una comunidad, la cual se mantiene unida
justamente en base a su comunión con estas transgresiones. En última
instancia, se trata de la búsqueda de un goce ilegal. Una de las frases
que podría resumir la lógica del suplemento obsceno sería la ya conocida
“el fin justifica los medios”, de Maquiavelo o la doctrina del
epicureísmo. Como podemos apreciar desde el inicio del film, Dover
secuestra al joven Alex Jones (Paul Dano) porque cree que éste tiene información
sobre el paradero de su hija. En el proceso, lo golpea y tortura
construyendo una ducha rústica donde lo ‘baña’ con agua caliente o fría,
según vaya dando nueva información. Incluso su vecino y amigo (quien
también tiene a su hija desaparecida) duda respecto a las acciones de
Dover, aunque finalmente termina siendo cómplice. A lo que apunto es a
develar cómo Dover transgrede la ley pública -ya que según la policía
Jones era inocente- para buscar su propio beneficio (encontrar a su
hija). Según este padre de familia católico, la policía no hará nada
para ayudarlo y el debe tomar el asunto “por su propia cuenta”. Aunque
al final del film descubrimos que Jones sí tuvo que ver en el secuestro
de las niñas, no podemos justificar las acciones del propio Dover
(escenas realmente impactantes por cierto).
Bibliografía:
ZIZEK, Slavoj
2008 Como leer a Lacan, Buenos Aires: Paidós.
2003 La metástasis del goce, Buenos Aires: Paidós.